La voz que habla en la poesía de Morábito, ni aguda ni esdrújula, es la de un tertuliano que conversa y seduce, que no dispara ni cierra un argumento, sino que lo mantiene vivo, en el nivel justo de su mejor expresión. Desde ese punto medio (escribe un padre que es también un hijo) el poeta se sorprende en el prado del lenguaje y, a su manera, rumia, asimila, recobra lo adherido. Y sucede el milagro: un poema se incrusta y brilla en el tedio horizontal de nuestros días.
El hombre busca reconocerse en sus semejantes, medirse, acaso constatar la propia existencia. Este libro de Fabio Morábito parece un arte de prestidigitación de los pronombres: erige un yo al pronunciar un ellos, los de las ventanas encendidas, los insomnes, los no nacidos. Y el personaje que aparece habla a media voz, pausadamente, sin redobles de tambor.
Delante de un prado una vaca es una red tendida en busca de complicidades. Los poetas suelen buscar el rasgo único, excepcional, que sostenga su discurso. Fabio Morábito viene demostrando lo contrario en cada uno de sus títulos: la naturalidad es lo que irradia, y la escritura es la constatación de esa luz cálida.

La voz que habla en la poesía de Morábito, ni aguda ni esdrújula, es la de un tertuliano que conversa y seduce, que no dispara ni cierra un argumento, sino que lo mantiene vivo, en el nivel justo de su mejor expresión. Desde ese punto medio (escribe un padre que es también un hijo) el poeta se sorprende en el prado del lenguaje y, a su manera, rumia, asimila, recobra lo adherido. Y sucede el milagro: un poema se incrusta y brilla en el tedio horizontal de nuestros días.

El hombre busca reconocerse en sus semejantes, medirse, acaso constatar la propia existencia. Este libro de Fabio Morábito parece un arte de prestidigitación de los pronombres: erige un yo al pronunciar un ellos, los de las ventanas encendidas, los insomnes, los no nacidos. Y el personaje que aparece habla a media voz, pausadamente, sin redobles de tambor.

Delante de un prado una vaca es una red tendida en busca de complicidades. Los poetas suelen buscar el rasgo único, excepcional, que sostenga su discurso. Fabio Morábito viene demostrando lo contrario en cada uno de sus títulos: la naturalidad es lo que irradia, y la escritura es la constatación de esa luz cálida.


Expresa Morábito indefensión del ser

Publica poemario tras 9 años de ausencia
 
Julieta Riveroll

Ciudad de México  (24 mayo 2011).-   La noche, entendida no sólo como lo nocturno sino como un estado de indefensión frente a un mundo cada vez más incomprensible, identifica al nuevo poemario de Fabio Morábito (Alejandría, 1955), Delante de un prado una vaca.

Uno de los temas que aparecen de manera recurrente en el libro publicado por Era es, por tanto, la vigilia — "¿Por qué esa ventana / está siempre encendida?/ ¿Qué enfermedad, / insomnio o miedo/ impiden a sus dueños apagarla?" — tanto como el temblor de tierra.

"El temblor comparte con la noche el hecho de que estamos soberbiamente indefensos, aislados y separados. No hay forma de defenderse de eso. Nos devuelve a nuestra unicidad, a nuestra soledad, igual que la noche, igual que el insomnio", aclara el también autor de Lotes baldíos (1985) y Alguien de lava (2002), su anterior libro de poesía.

Otro asunto abordado por Morábito en estos poemas es la paternidad y ahí abre espacio para preguntarse si uno realmente es padre de su hijo.


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